miércoles, 11 de junio de 2008

Cuento sin U

Caminaba distraídamente por el camino y de pronto lo vio. Allí estaba el imponente espejo de mano, al costado del sendero, como esperándolo. Se acercó, lo alzó, y se miró en él.
Se vio bien. No se vio tan joven, pero los años habían sido bastante bondadosos con él. Sin embargo, había algo desagradable en la imagen de si mismo. Cierta rigidez en los gestos lo conectaba con los aspectos más agrios de la propia historia: La bronca. El desprecio. La agresión. Al abandono. La soledad.
Sintió la tentación de llevárselo, pero rápidamente desechó esa idea. Ya había bastantes cosas desagradables en el planeta para cargar con otra más. Decidió irse y olvidar para siempre ese camino y ese espejo insolente.
Caminó por horas tratando de vencer la tentación de volver atrás hacia el espejo. Ese misterioso objeto lo atraía como los imanes atraen a los metales. Resistió y aceleró el paso. Tarareaba canciones infantiles para no pensar en esa imagen horrible de sí mismo.
Corriendo llegó a la casa donde había vivido desde siempre, se metió vestido en la cama y se tapó la cabeza con las sábanas. Ya no veía el exterior, ni el sendero, ni el espejo, ni la imagen de él mismo reflejada en él; pero no podía evitar la memoria de esa imagen: La del resentimiento. La del dolor. La de la soledad. La del desamor. La del miedo. La del menosprecio.
Había ciertas cosas indecibles e impensables…… Pero él sabía donde había empezado todo esto… Empezó esa tarde, hacía treinta y tantos años… el niño estaba tendido, llorando frente al lago el dolor del maltrato de los otros.
Esa tarde el niño decidió borrar para siempre, la letra del alfabeto. Esa letra. La letra necesaria para nombrar al otro si está presente. La letra imprescindible para hablarles a los demás, al dirigirles la palabra. Sin manera de nombrarlos, dejarían de ser deseados…y entonces no habría motivos para sentirlos necesarios…y sin motivo ni forma de invocarlos, se sentía, por fin, libre…
EPILOGO: Escribiendo sin “U” puedo hablar hasta el cansancio de mí, de lo mío, del yo, de si lo tengo, de si me falta, de si me parece… Hasta puedo escribir de él, de ellos y de los otros.
Pero sin U no puedo hablar de Ustedes, del tu, de lo vuestro. No puedo hablar de lo suyo, de lo tuyo, ni siquiera de lo nuestro.
Así me pasa…. A veces pierdo la U… y dejo de poder hablarte, pensarte, amarte, decirte. Sin U, yo me quedo pero tú desapareces… Y sin poder nombrarte ¿cómo podría disfrutarte? Si tú no existes, me condeno a ver lo peor de mí mismo reflejándose eternamente, en el mismo mismísimo estúpido espejo.

3 comentarios:

Sara dijo...

Es precioso este cuento...lo conocía, lo descubrí el año pasado de vacaciones, al lado de una playa que adoro, asi es que al leerlo hoy, de nuevo, recordé un maravilloso momento porque TUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU lo has hecho posible.
Viva la U
Un abrazo

Lilit dijo...

Bonito cuento. Desgraciadamente hay demasiadas U perdidas en uno mismo.

Susana dijo...

Ufff, se me han puesto los pelos como escarpias! Llámame sensiblera, pero de los cuentos que he leído hasta ahora puede que éste sea el que más me ha gustado...
Volveré por aquí con frecuencia, para leerte.
Abrazos.