sábado, 31 de mayo de 2008

Por una jarra de vino

Había una vez... otro rey. Este era el monarca de un pequeño país: el principado de Uvilandia. Su reino estaba lleno de viñedos y todos sus súbditos se dedicaban a la fabricación de vino. Con la exportación a otros países, las 15.000 familias que habitaban Uvilandia ganaban suficiente dinero como para vivir bastante bien, pagar los impuestos y darse algunos lujos.
Hacía ya varios años que el rey estudiaba las finanzas del reino. El monarca era justo y comprensivo, y no le gustaba la sensación de meterle la mano en los bolsillos a los habitantes de Uvilandia. Ponía gran énfasis, entonces, en estudiar alguna posibilidad de rebajar los impuestos.
Hasta que un día tuvo la gran idea. El rey decidió abolir los impuestos. Como única contribución para solventar los gastos del estado, el rey pediría a cada uno de sus súbditos que una vez por año, en la época en que se envasaran los vinos, se acercaran a los jardines del palacio con una jarra de un litro del mejor de su cosecha. Lo vaciarían en un gran tonel que se construiría para entonces, para ese fin y en esa fecha.
De la venta de esos 15.000 litros de vino se obtendría el dinero necesario para el presupuesto de la corona, los gastos de salud y de educación del pueblo. La noticia fue desparramada por el reino en bandos y pegada en carteles en las principales calles de las ciudades. La alegría de la gente fue indescriptible.
En todas las casas se alabó al rey y se cantaron canciones en su honor. En cada taberna se levantaron las copas y se brindó por la salud y la prolongada vida del buen rey.
Y llegó el día de la contribución. Toda esa semana en los barrios y en los mercados, en las plazas y en las iglesias, los habitantes se recordaban y recomendaban unos a otros no faltar a la cita. La conciencia cívica era la justa retribución al gesto del soberano. Desde temprano, empezaron a llegar de todo el reino las familias enteras de los viñateros con su jarra, en la mano del jefe de familia. Uno por uno subía la larga escalera hasta el tope del enorme tonel real, vaciaba su jarra y bajaba por otra escalera al pie de la cual, el tesorero del reino colocaba en la solapa de cada campesino, un escudo con el sello del rey.
A media tarde, cuando el último de los campesinos vació su jarra, se supo que nadie había faltado. El enorme barril de 15.000 litros estaba lleno. Del primero al último de los súbditos habían pasado a tiempo por los jardines y vaciado sus jarras en el tonel.
El rey estaba orgulloso y satisfecho; y al caer el sol, cuando el pueblo se reunió en la plaza frente al palacio, el monarca salió a su balcón aclamado por su gente. Todos estaban felices. En una hermosa copa de cristal, herencia de sus ancestros, el rey mandó a buscar una muestra del vino recogido. Con la copa en camino, el soberano les habló y les dijo:
— Maravilloso pueblo de Uvilandia: tal como lo imaginé,todos los habitantes del reino han estado hoy en el palacio. Quiero compartir con vosotros la alegría de la corona, por confirmar que la lealtad del pueblo con su rey, es igual que la lealtad del rey con su pueblo. Y no se me ocurre mejor homenaje que brindar por vosotros con la primera copa de este vino, que será sin dudas un néctar de dioses, la suma de las mejores uvas del mundo, elaboradas por las mejores manos del mundo y regadas con el mayor bien del reino, el amor del pueblo.
Todos lloraban y vitoreaban al rey. Uno de los sirvientes acercó la copa al rey y éste la levantó para brindar por el pueblo que aplaudía eufórico... pero la sorpresa detuvo su mano en el aire, el rey notó al levantar el vaso que el líquido era transparente e incoloro; lentamente lo acercó a su nariz, entrenada para oler los mejores vinos, y confirmó que no tenía olor ninguno.
Catador como era, llevó la copa a su boca casi automáticamente y bebió un sorbo.¡El vino no tenía gusto a vino, ni a ninguna otra cosa...! El rey mandó a buscar una segunda copa del vino del tonel, y luego otra y por último a tomar una muestra desde el borde superior. Pero no hubo caso, todo era igual: inodoro, incoloro e insípido.
Fueron llamados con urgencia los alquimistas del reino para analizar la composición del vino. La conclusión fue unánime: el tonel estaba lleno de AGUA, purísima agua y cien por cien agua. Enseguida el monarca mandó reunir a todos los sabios y magos del reino, para que buscaran con urgencia una explicación para este misterio. ¿Qué conjuro, reacción química o hechizo había sucedido para que esa mezcla de vinos se transformara en agua...? El más anciano de sus ministros de gobierno se acercó y le dijo al oído:
— ¿Milagro? ¿Conjuro? ¿Alquimia? Nada de eso, muchacho, nada de eso. Vuestros súbditos son humanos, majestad, eso es todo.
— No entiendo – dijo el rey.
— Tomemos por caso a Juan. Juan tiene un enorme viñedo que abarca desde el monte hasta el río. Las uvas que cosecha son de las mejores cepas del reino y su vino es el primero en venderse y al mejor precio. Esta mañana, cuando se preparaba con su familia para bajar al pueblo, una idea le pasó por la cabeza... ¿Y si yo pusiera agua en lugar de vino, quién podría notar la diferencia...? Una sola jarra de agua en 15.000 litros de vino... nadie notaría la diferencia... ¡Nadie!...Y nadie lo hubiera notado, salvo por un detalle, muchacho, salvo por un detalle:¡TODOS PENSARON LO MISMO!
Jorge Bucay

viernes, 30 de mayo de 2008

Pide un deseo

En una ocasión, un Rey de un lejano País - pensando que era necesario que su pequeño hijo conociera las necesidades de su Pueblo - quiso llevar al pequeño heredero a dar un paseo por el campo.
- Hijo, quiero que conozcas lo que es la pobreza. Algún día serás Rey y te servirá esta experiencia para poder conducir mejor tu Reino.
Marchó entonces con el pequeño Príncipe y lo llevó a dar un largo paseo en el carruaje real. En el camino, el pequeño observaba las casas, los otros niños, las parcelas de cultivo. En un punto del camino, pararon en una casa escogida al azar y se acercaron a saludar a los súbditos que allí habitaban, y entre los cuales se encontraban unos alegres niños que corrían y jugaban con su perro mascota. Con sorpresa fueron invitados por los dueños de esta humilde vivienda a compartir con ellos sus precarios alimentos, los cuales degustaron todos con alegría.
Nuevamente emprendieron su camino por aquellas vías del reino y pronto les sorprendió la noche. Entonces el Rey decidió emprender el regreso al palacio.
AL llegar a su residencia, el padre preguntó al pequeño:
- Ahora has conocido el que es la pobreza. ¿Qué me puedes decir al respecto ?
Lo que el pequeño soberano contestó dejó al padre sorprendido:
- Padre, gracias por esta gran lección que me has dado. He podido apreciar la paz y felicidad con la cual viven nuestros súbditos. He sentido la frescura del campo, la belleza de la libertad, la armonía que se vive en sus hogares. Que gozo poder admirar el cielo como se ve desde los campos, que alegría ver las aves volar por los cielos, los animales correr por el campo . Como querría yo poder tener una mascota con quién jugar. Cuánto desearía tener unos hermanos como aquellos con los que compartír la comida.
Sería inmensamente feliz si todos los días pudiera admirar la puesta del sol como hoy y como nuestros súbditos el aprecian todos los días... Que razón tenías padre, cuánta riqueza hay en el mundo, y cuánta pobreza nos aflige a los príncipes... Gracias por haberme permitido darme cuenta que pobres somos y que ricos son nuestros súbditos. Espero que ellos me permitan compartir su riqueza cuando yo sea su Rey.

jueves, 29 de mayo de 2008

Construyendo una catedral

Un transeúnte se detuvo un día ante una cantera en la que trabajaban tres compañeros. Preguntó al primero:
- "¿Qué haces, amigo?"
Y éste respondió sin alzar la cabeza:
- "Me gano el pan".
Preguntó al segundo:
- "¿Qué haces, amigo?"
Y el obrero, acariciando el objeto de su tarea, explicó:
- "Ya lo ves, estoy tallando una hermosa piedra".
Preguntó al tercero:
- "¿Qué haces, amigo?"
Y el hombre, alzando hacia él unos ojos llenos de alegría, exclamó:
- "Estamos edificando una catedral".
Y el caso es que los tres estaban realizando el mismo trabajo

miércoles, 28 de mayo de 2008

El zorro y el tigre

Un hombre que pasaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir.
Entonces vió llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro.
Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. Él comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios, y se dijo a sí mismo:
- "Voy también yo a quedarme en un rincón confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito".
Así lo hizo durante muchos días, pero no sucedió nada y el pobre hombre ya estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía:
- "Oh, tú que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la verdad, sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado".

martes, 27 de mayo de 2008

La bolsa de clavos

Erase una vez un joven con un carácter peculiarmente violento.
Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que clavara un clavo en la cerca del jardín cada vez que perdiera la paciencia y se peleara con alguien. El primer día, llego a clavar 37 clavos en la cerca.
Durante las semanas siguientes aprendió a controlarse, y el número de clavos colocados en la cerca disminuyo día tras día: había descubierto que era más fácil controlarse que plantar clavos. Finalmente, llego el día durante el cual el joven no sujetó clavo alguno en la cerca.
Entonces fue a ver a su padre y le dijo que había conseguido no clavar ningún clavo durante todo el día.
Su padre le dijo entonces que quitara un clavo de la cerca del jardín por cada día durante el cual no hubiera perdido la paciencia.
Los días pasaron y finalmente el joven pudo decirle a su padre que había quitado todos los clavos de la cerca.
El padre condujo entonces a su hijo delante de la cerca del jardín y le dijo:
- "Hijo mío, te has portado bien, pero mira cuantos agujeros hay en la cerca del jardín. Esta ya no será como antes. Cuando te peleas con alguien y le dices algo desagradable, le dejas una herida como esta. Puedes acuchillar a un hombre y después sacarle el cuchillo, pero siempre le quedará una herida. Poco importa cuantas veces te excuses, la herida verbal hace tanto daño como una herida física. Los amigos son joyas raras, te hacen reír y te animan. Siempre están dispuestos a escucharte cuando los necesitas, te sostienen y te abren su casa. Por ello, guarda a tus amigos como si fueran un verdadero tesoro y quiéreles hasta echarles de menos, porque si eso ocurre una parte de tu vida se habrá ido con ellos.

lunes, 26 de mayo de 2008

El plantador de dátiles

En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Elihau de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Elihau transpirando, mientras parecía cavar en la arena.
— ¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.
— Contigo –contestó Elihau sin dejar su tarea.
— ¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?
— Siembro –contestó el viejo.
— ¿Qué siembras aquí, Elihau?
— Dátiles –respondió Elihau mientras señalaba a su alrededor el palmar.
— ¡Dátiles! –repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez comprensivamente
— El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.
— No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...
— Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?
— No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso ¿qué importa?
— Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años en crecer y después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.
— Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar estos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido,vale la pena terminar mi tarea.
— Me has dado una gran lección, Elihau, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me has dado – y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.
— Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto, y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.
— Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.
— Y a veces pasa esto – siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas —: sembré para no cosechar y antes determinar de sembrar ya coseché no sólo una, sino dos veces.
— Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte.

domingo, 25 de mayo de 2008

La recompensa de la generosidad

Muchísimas gracias a Sara (http://sara-momentosdecisivos.blogspot.com) por mandarme este cuento. Pero muchas gracias más por sus ánimos, sus comentarios y su amistad.

Un día un viejo Sheij árabe murió. Aunque era el jefe de su tribu, no era un hombre rico, toda la riqueza consistía en sus camellos, éstos le habían dado alimento y leche, le habían transportado por las inmensidades de la arena y después le habían proporcionado sus pieles, con las que pudo hacer las tiendas.
El Sheik había tenido tres hijos y ahora tras su muerte, ellos serían los dueños de los camellos. Pero antes, tendrían que escuchar la lectura de las últimas voluntades del anciano para ver el modo en el cual el hombre había decidido repartir los camellos entre sus hijos.
Toda la familia se reunió en la tienda del anciano. Los tres hijos estaban preparados para escuchar a su tío, que era quien iba a leer las últimas voluntades de su hermano. El tío leyó en voz alta como habría que repartir el rebaño de camellos .El mayor de los hijos recibiría la mitad de los camellos, el segundo recibiría un tercio de ellos y el pequeño recibiría un noveno. El texto terminaba con estas palabras:”Todo lo que des con amor, volverá a ti”
Los hijos ya sabían como quería el padre que se distribuyeran los camellos, pero no estaban seguros de cuántos camellos tenía el anciano, de modo que reunieron rápidamente el rebaño y los contaron. Había 17 camellos ¿Qué decían las últimas voluntades de su padre sobre como había que repartirlos? El hijo mayor tenía que recibir la mitad pero...¿Cuántos eran la mitad de 17?
Por mucho que lo intentaron, los hermanos no pudieron calcular cuántos camellos les tocaban a cada uno, de manera que le preguntaron a los mejores matemáticos de la tribu. Pero nadie pudo resolver el problema.¿Qué podían hacer?
Entonces los tres hermanos decidieron acudir a su tío, para ver si les podía ayudar.El tío pensó en revisar y volver a leer las últimas voluntades de su hermano...que terminaban con las palabras “Todo lo que des con amor, volverá a ti”¿Qué significaba esto? LO pensó larga y detenidamente. Al final una sonrisa le cruzó el rostro.
Ya se lo que tenemos que hacer dijo el tío. Os daré uno de mis camellos para sumarlo a los de vuestro padre. Eso resolverá el problema.
Los hermanos miraron desconcertados a su tío y se rascaron la cabeza. ¿ De que modo iba a ayudar el añadir un camello más?
¡Pues si! Ahora habría 18 camellos. El hijo mayor pensó en su parte y calculó rápidamente la mitad de 18. El mediano pensó en su parte y calculó un tercio de 18. El hijo pequeño pensó en su parte y calculó un noveno de 18. Los camellos se podrían dividir ahora según la voluntad de su padre. De los 18 camellos el mayor se quedaría con 9, el mediano con 6 y el pequeño con 2.¿Cuántos camellos sumaban?¡Diecisiete!¿Qué demonios iban a hacer con el camello que sobraba?
Y no les costó demasiado a los tres hermanos acordar cómo iban a proceder: le devolverían a su tío el camello que les había dado. El viejo tío estaba complacido, pero en absoluto sorprendido.
-Sabía que algo volvería a mi “ Todo lo que des con amor, volverá a ti”
Adaptación de un cuento árabe publicado en Valores para pensar de Robert Fisher.

sábado, 24 de mayo de 2008

El último trato

Una mañana iba yo por la pedregosa carretera, cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
"¡Me vendo!", grité.
El Rey me cogió de la mano y me dijo:
"Soy poderoso, puedo comprarte."
Pero de nada le valió su poderío y se volvió sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento, y me dijo:

"Soy rico, puedo comprarte."
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:

"Te compro con mi sonrisa."
Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:

"Puedo comprarte con nada."
Desde que hice este trato jugando, soy libre.
Rabindranath Tagore

viernes, 23 de mayo de 2008

El vuelo del halcón

Un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería, para que los entrenara.
Pasados unos meses, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía qué le sucedía: no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó, entonces, la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió.
Al día siguiente, a través de la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces, decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón.
A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines. El rey le dijo a su corte,
"Traedme al autor de ese milagro".
Su corte rápidamente le presentó a un campesino. El rey le preguntó:
- ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?
Intimidado el campesino le dijo al rey:
- Fue fácil mi rey. Sólo corté la rama, y el halcón voló. Se dio cuenta que tenía alas y se echó a volar.
¿A qué estás agarrado que te impide volar?¿De qué no te puedes soltar?

jueves, 22 de mayo de 2008

El poder de la puerta negra

Érase una vez en el país de las mil y una noches... En este país había un rey que era muy polémico por sus acciones, tomaba a los prisioneros de guerra y los llevaba hacia una enorme sala... Los prisioneros eran colocados en grandes hileras en el centro de la sala y el rey gritaba diciéndoles:
"Os voy a dar una oportunidad, mirad el rincón del lado derecho de la sala... "
Al hacer esto, los prisioneros veían a algunos soldados armados con arcos y flechas, listos para cualquier acción.
"Ahora -continuaba el rey- mirad hacia el rincón del lado izquierdo..."
Al hacer esto, todos los prisioneros notaban que había una horrible y grotesca puerta negra, de aspecto dantesco, cráneos humanos servían como decoración y el picaporte para abrirla era la mano de un cadáver... en verdad era algo verdaderamente horrible de imaginar y mucho más de ver.
El rey se colocaba en el centro de la sala y gritaba:
"Ahora escoged lo que queráis: morir clavados por las flechas o abrir rápidamente aquella puerta negra y quedarse encerrados allí. Decidid, tenéis libertad, escoged..."
Todos los prisioneros tenían el mismo comportamiento: a la hora de tomar la decisión, llegaban cerca de la horripilante puerta negra de más de cuatro metros de altura, miraban los cadáveres, la sangre humana y los esqueletos, con leyendas escritas del tipo: "viva la muerte" , y decidían: prefiero morir asaeteado...
Uno a uno, todos actuaban de la misma forma, miraban la puerta negra y a los arqueros de la muerte y decían al rey: prefiero ser atravesado por flechas a abrir esa puerta y quedarme encerrado. Millares optaron por lo que estaban viendo: la muerte por las flechas. Un día, la guerra terminó, pasado el tiempo, uno de los soldados del "pelotón de flechas" estaba barriendo la enorme sala cuando apareció el rey.
El soldado con toda reverencia y un poco temeroso, preguntó:
- Sabes, gran rey, yo siempre tuve una curiosidad, no se enfade por mi pregunta, pero... ¿qué es lo que hay detrás de aquella puerta negra?
El rey respondió...
- ¿Recuerdas que a los prisioneros siempre les di la opción de escoger?, pues bien... ve y abre esa puerta negra.
El soldado, temeroso, abrió cautelosamente la puerta y sintió cómo un rayo puro de sol besaba el suelo de la enorme sala, abrió un poco más la puerta y, más luz y un delicioso aroma a verde llenaron el lugar. El soldado notó que la puerta negra daba a un campo que desembocaba en un gran camino. Fue entonces cuando el soldado se dio cuenta de que la puerta negra llevaba hacia la... Libertad.

miércoles, 21 de mayo de 2008

El centinela

Cerca de la frontera de un país muy lejano se levantaba un pequeño castillo perdido en medio del desierto. De vez en cuando se paraban las caravanas que venían del norte o algún visitante solitario se acogía por una noche. Pero la vida del castillo era muy monótona y pocas cosas había que hicieran un día diferente de los demás.
Una mañana llegó un mensaje del rey: "Estad a punto porque nos han hecho saber que Dios visitará nuestro país y quizás pasará por vuestro castillo. Sobre todo estad preparados para recibirlo". Las autoridades del castillo se dispusieron a cumplir las órdenes reales. Llamaron al centinela y le encomendaron que a partir de aquel día no perdiera de vista el desierto y en cuanto viera alguna señal de la venida de Dios se lo hiciera saber.
El centinela recibió el encargo con alegría; nunca le habían confiado una misión tan importante. En pie, en lo más alto de la torre, con los ojos bien abiertos, oteaba continuamente el horizonte en espera del más pequeño indicio.- Cómo debe ser Dios -pensaba- Seguramente vendrá con un gran cortejo y lo distinguiré de lejos... o quizás aparecerá de golpe, acompañado por un poderoso ejército...
Ilusionado como estaba, no pensaba en nada más y se pasaba días y noches en lo alto de la torre. Trancurrió el tiempo y poco a poco todo el mundo fue olvidando el mensaje de Dios. Incluso el rey perdió el interés. En el castillo, los oficiales y los soldados se cansaron de esperar aquella visita y dejaron de hablar del tema.
Sólo el centinela se mantenía muy despierto esperando, esperando siempre, bajo el sol y la lluvia. Veía venir caravanas y ejércitos, pero ninguna de ellas era el cortejo de Dios. A veces, cansado de mirar, se preguntaba si todo aquello no era un engaño- ¿Por qué tiene que venir Dios? Y, si viene, ¿pasará por este castillo tan poco importante? Y aún más, quién sabe si vendrá?Pero la esperanza vencía siempre sus dudas y nuevamente volvía a contemplar incansablemente el horizonte...
Pasaron los meses y los años. El centinela se hacía viejo y los ojos le empezaban a flaquear. A menudo debía sentarse porque las piernas no le sostenían. Uno tras otro, todos los soldados de la guarnició habían abandonado el castillo añorados de la ciudad. Y se había quedado solo.
Un día se levantó como siempre para mirar el desierto, pero se dio cuenta que casi no se podía mover. Se sentía cerca de la muerte y una gran amargura le embargó el alma.- He estado toda la vida esperando la visita de Dios y ahora tendré que morir sin haberlo visto, exclamó dolorosamente.Entonces oyó una voz a su lado:
- ¿No me conoces?Sorprendido, el centinela se volvió y vio que Dios había llegado. Lleno de alegría le dijo
- ¡Oh, ya estás aquí! Me has hecho esperar tanto... ¿por dónde has venido que no te he podido ver?
- Siempre he estado a tu lado, replicó Dios con dulzura, desde el día que decidiste esperarme. Siempre he estado aquí, a tu lado, dentro de tí. Te ha hecho falta largo tiempo para darte cuenta, pero ahora ya lo sabes. Este es el secreto: sólo quienes esperan pueden verme.
La voz calló y el centinela se sintió invadido por una inmensa felicidad. Se alzó lentamente y volvió a otear lentamente, amorosamente, la línea del horizonte.

martes, 20 de mayo de 2008

¿Dónde está la felicidad?

Al principio de los tiempos se reunieron varios demonios para hacer una travesura.Uno propuso:
-Tendríamos que robar algo a los hombres. El problema es: ¿qué les robamos?.
Tras pensarlo mucho, uno dijo:
-¡Ya lo sé! Les robaremos la felicidad. Pero el problema está en dónde esconderla para que no la puedan recuperar....
Uno opinó:
- Podríamos esconderla en la cumbre de la montaña más alta.
Pero inmediatamente, otro replicó:
- No, recuerda que tienen fuerza. Alguna vez alguien puede subir y encontrarla. Si uno la encuentra, enseguida todos sabrán dónde está....
Inmediatamente otro propuso:- Vamos a esconderla en el fondo del mar....
Pero acto seguido le replicaron:
- No, recuerda que son curiosos. Alguna vez alguien llegará a construir un aparato para poder bajar y la podrá encontrar....
Y todavía otro dijo.
- Escondámosla en un planeta bien alejado de la Tierra.
Y le respondieron todos:- No, recuerda que son inteligentes, y cualquier día habrá alguien que construirá una nave que pueda viajar y descubrirla. Y entonces, todos tendrán la felicidad...
El último de ellos era un demonio que hasta aquel momento había estado callado escuchando atentamente cada una de las propuestas de los otros. Tras hacer un análisis de cada una, propuso:
- Creo saber dónde ponerla para que realmente nadie nunca la encuentre.
Los demás, sorprendidos, le dijeron a coro:
- ¿Dónde?.
El demonio respondió:
- La esconderemos dentro de ellos mismos. Estarán tan ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán.
Todos reconocieron que tenía razón y estuvieron de acuerdo. Y, desde entonces, ha sido así: el hombre se pasa la vida buscando la felicidad por todas partes sin darse cuenta que la lleva escondida dentro de sí mismo.

lunes, 19 de mayo de 2008

El libro de Xalum

Xalum pensaba:- Me gustaría hacer un libro que contuviera todos los poemas, antiguos y modernos, que cantan la grandeza de Dios. Noche y día esta idea le rondaba por la cabeza, desde la mañana hasta el anochecer.
Xalum se decía que le haría falta mucho dinero y muchas jornadas de trabajo para publicar un libro tan extenso. Y así fue como, año tras año, se dedicó a ahorrar todo lo que podía ganar. Sus amigos también le daban dinero, unos mucho, los demás algunas monedas. A todos se lo agradecía Xalum con el mismo afecto. Así, diez años después, había reunido suficiente dinero para empezar la edición.
Aquellos días unas grandes lluvias inundaron la ciudad donde vivía Xalum y mucha gente se encontró sin alimentos y sin casa. Xalum no lo pensó lo más mínimo y repartió entre la gente los fondos que había reunido. Y se puso a trabajar de lo lindo para recuperar lo que había dado.
Algunos años más tarde, una terrible epidemia asoló el país. Xalum otra vez repartió su dinero para ayudar a la gente. Por tercera vez empezó su trabajo.
Se había hecho viejo y se cansaba mucho, pero la esperanza de ver acabado su libro le daba fuerzas. Finalmente, al cabo de veinte años, pudo terminar la publicación de su libro. Todo el mundo alabó su trabajo y los sabios más notables del país hablaron en sus congresos.
Pero la gente de la ciudad, al hablar de Xalum a sus hijos, decían siempre:
- En realidad Xalum hizo tres libros y los dos primeros aún son mucho mejores que el tercero

domingo, 18 de mayo de 2008

Cruz pesada

Un joven, ya no podía más con sus problemas. Cayó de rodillas, rogando:
"Señor, no puedo seguir. Mi cruz es demasiado pesada".
El Señor, como siempre, acudió y le contestó:
"Hijo mío, si no puedes llevar el peso de tu cruz, guárdala dentro de esta habitación. Después, abre la otra puerta y escoge la cruz que tú quieras".
El joven suspiró aliviado.
"Gracias, Señor", dijo, y hizo lo que le había dicho.
Al entrar, vio muchas cruces, algunas tan grandes que no podía ver la parte de arriba. Después, vio una pequeña cruz apoyada en un extremo de la pared.
"Señor", murmuró, "quiero esta que está allá", dijo señalándola.
Y el Señor contestó:
"Hijo mío, esta es la cruz que acabes de dejar"

sábado, 17 de mayo de 2008

El leñador tenaz

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que un leñador se decidió a hacer buen papel.
El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona.El hombre entusiasmado salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.
— Te felicito – dijo el capataz — sigue así.
Animado por las palabras del capataz, un leñador se decidió a mejorar su propio record; así que esa noche se acostó bien temprano. Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.
— Me debo haber cansado – pensó y decidió acostarse con la puesta del sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de cortar su segundo árbol.
Inquieto por lo que pensaría del capataz, un leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer. El capataz le preguntó:
— ¿cuanto hace que no afilas tu hacha?— ¿afilar? No he tenido tiempo de afilarla, he estado muy ocupado cortando árboles.

viernes, 16 de mayo de 2008

¿Cuanto cuesta un helado?

En los días en que un helado costaba mucho menos, un niño de pocos años entró en un establecimiento y se sentó a una mesa. La camarera puso un vaso de agua en frente de él.
"¿Cuánto cuesta un helado de chocolate con almendras?", preguntó el niño
"1 euro", respondió la camarera.
El niño sacó su mano de su bolsillo y examinó un número de monedas.
"¿Cuánto cuesta un helado solo?", volvió a preguntar.
Algunas personas estaban esperando por una mesa y la camarera ya estaba un poco impaciente.
"Setenta y cinco céntimos", dijo ella bruscamente.
El niño volvió a contar las monedas.
"Quiero el helado solo", dijo el niño.
La camarera le trajo el helado, y puso la cuenta en la mesa y se fue. El niño terminó el helado, pagó en la caja y se fue. Cuando la camarera volvió, empezó a limpiar la mesa y entonces le costó tragar saliva con lo que vio:
Allí, puesto ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco céntimos, ¡su propina!

jueves, 15 de mayo de 2008

Discurso del indio Seattle

Este documento se atribuye a Noah Sealth (conocido como Seattle), Jefe Indio de los Dwamish, al Gran Jefe Blanco de Washington, respondiendo a la propuesta de Franklin Pierce de que vendiesen sus tierras quedándose en una reserva...
El gran jefe de Washington ha mandado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El gran jefe nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Pero conocemos la poca falta que le hace nuestra amistad. Queremos considerar el ofrecimiento, puesto que sabemos que, si no lo hacemos, pueden venir los piel blanca con las armas de fuego a quitarnos las tierras.
Que el gran jefe de Washington confíe en estas palabras con la misma fe que espera el regreso de las estaciones. Las palabras, son inmutables como los cometas. ¿Cómo se puede comprar o vender el cielo, o el calor de la tierra? Esta idea, se nos hace extraña. No son nuestras la frescura del aire, ni el movimiento del agua. ¿Cómo podrían ser comprados? Lo decidiremos más adelante.
Tendréis que saber que cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. La brillante hoja de pino, cada ribera arenosa, las nieblas en medio de las arboledas, el zum-zum de los insectos, son sagradas experiencias y memorias de mi pueblo, savia que sube por los árboles, trae recuerdos del hombre de piel roja.
Los muertos del hombre de piel blanca olvidan su tierra cuando empiezan su paseos entre las estrellas. Nuestros muertos nunca se alejan de la tierra, puesto que somos un pedazo de la tierra, y a la vez, ella es un pedazo de nosotros. Las flores perfumadas, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa, todos son nuestros hermanos. Las rocas, las cumbres, los prados húmedos de rocío, el calor corporal del potro, todos somos una familia.
Por esto, cuando el gran jefe de Washington hace decirnos que nos quiere comprar las tierras es demasiado lo que pide. Dice que nos reservará un lugar en el cual nosotros podamos vivir tranquilamente. Él nos hará de padre y nosotros seremos sus hijos. Tenemos que rumiar su ofrecimiento. Se presenta nada fácil, porque las tierras son sagradas. El agua que corre por los ríos y riachuelos no es sólo agua, sino también la de nuestros antepasados. Si os vendiéramos estas tierras, haría falta que supierais que son sagradas, y deberíais enseñar a vuestros hijos que los reflejos misteriosos de las aguas claras de los lagos narran los acontecimientos de la vida de mi pueblo y el murmullo del agua es la voz de mi padre y de mi madre.
Los ríos son hermanos nuestros, porque nos liberan de la sed. Los ríos arrastran nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendiéramos las tierras, haría falta que recordarais y enseñarais a vuestros hijos que los ríos son hermanos nuestros y también vuestros. Tendréis que tratar los ríos con la dulzura con que se trata a un hermano. Pero sabemos que el hombre de piel blanca no puede entender nuestra manera de ser. Tanto le da un trozo de tierra como otro, porque es como un extraño que llega por la noche a sacar de la tierra todo aquello que necesita. Para él, la tierra no es su hermana, sino una enemiga. Cuando ya la ha hecho suya, la desprecia y continúa andando. Deja tras de sí las sepulturas de sus padres y no parece que se duela. No le duele desposeer la tierra de sus hijos. Olvida la tumba de sus padres y los derechos de sus hijos.
Trata la madre tierra y el hermano cielo como si fueran objetos que se compran y se venden, como si fueran corderos o collares. Su hambre inmensa devorará la tierra, y detrás de sí sólo dejará un desierto. No lo podemos entender. Nosotros somos de otro modo. Vuestras ciudades llenan de tristeza nuestros ojos. Quizás es así porque el hombre de piel roja es salvaje y no puede entender las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre de piel blanca, ningún lugar donde se pueda escuchar la primavera cómo se abren las hojas de los árboles o el rumor de las alas de los insectos. Quizás me lo parece porque soy salvaje y no comprendo bien las cosas.
El ruido de la ciudad nos hiere los oídos. Y al fin y al cabo, ¿qué clase de vida tiene el hombre si no puede escuchar el solitario grito del pájaro siboc o las discusiones nocturnas de las ranas a orillas de la balsa? Soy hombre de piel roja y no lo puedo entender. A los indios nos gusta el suave murmullo del viento encima de la superficie del lago, y el aroma de este aire purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por el olor del pinar. El aire tiene un valor inestimable para el hombre de piel roja, puesto que todos los seres comparten un mismo aliento. El animal, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire.Pero el hombre de piel blanca no se da cuenta del aire que respira. Como si fuera un hombre que hace días que agoniza, no es sensible a los olores.
Por esto, si os vendiéramos las tierras, tendréis que tener en cuenta de qué manera amamos el aire, porque el aire es el espíritu que infunde la vida y todo lo comparte. El viento que dio a nuestros antepasados su primer aliento de vida, recibirá también nuestro último suspiro. Si os vendiéramos las tierras, tendréis que dejarlas en paz, sagradas como son, para que incluso el hombre de piel blanca pudiera saborear el viento perfumado con las flores de la pradera.
Queremos considerar vuestro ofrecimiento. Si decidiéramos vender las tierras, habríais de aceptar otra condición: tendréis que tratar a los animales como hermanos. Soy salvaje y me parece que tiene que ser así. He visto búfalos a miles pudriéndose abandonados en los prados. Desde el caballo de fuego, sin pararlo, el hombre de piel blanca les disparaba. Soy salvaje, y no entiendo porque el caballo de fuego vale más que un búfalo, al que nosotros sólo matamos para sobrevivir. ¿Qué sería de los hombres sin los animales? Si todos los animales desaparecieran, el hombre también moriría con gran soledad de espíritu Porque todo aquello que pasa a los animales, bien pronto sucede también al hombre.
Todas las cosas están relacionadas. Tenéis que enseñar a vuestros hijos que la tierra que pisan es la ceniza de los ancianos. Respetarán la tierra si les decís que está toda llena de la vida de los antepasados. Hace falta que vuestros hijos sepan, igual que nosotros, que la tierra es nuestra la madre. Que todas las agresiones que padece la tierra inevitablemente las tienen que sufrir sus hijos. Cuando los hombres escupen a la tierra, se están escupiendo ellos mismos. Sabemos una cosa: la tierra no pertenece al hombre, es el hombre quien pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, sólo es un hilo de ella. Está tentando la desgracia si osa romper la red.
No tiene importancia dónde pasaremos el resto de nuestros días, somos pocos. Algunas lunas, algunos inviernos, y niños de los niños de las grandes tribus que poblaban la tierra saldrán a lamentarse por una gente que tuvo esperanza. A los hombres de piel blanca les puede pasar también, quizás pronto, lo mismo. Ni siquiera el hombre de piel blanca, que habla y pasea con su Dios amistosamente, no puede rehuir el destino común. Quizás es verdad que somos hermanos, ya lo veremos. Sabemos una cosa que vosotros quizás descubriréis algún día: que nuestro Dios es el mismo que el vuestro. Quizás os pensáis que tenéis poder por encima de Él y a la vez queréis tener poder sobre todas las tierras. Pero esto no es posible. El Dios de todos los hombres se compadece igualmente de los de piel blanca que de los de piel roja. Esta tierra es muy querida por su creador y malograrla seria una grave ofensa. Los hombres de piel blanca también sucumbirán, y quizás antes que el resto de las tribus.
Si continuáis ensuciando vuestro lecho, una noche os ahogaréis en vuestro propio desierto. Pero veréis la luz cuando llegue la última hora, y comprenderéis que Dios os condujo a estas tierras y os permitió su dominio con algún propósito especial. Este destino es de verdad un misterio. ¿Dónde estará la arboleda espesa? Habrá desaparecido. ¿Dónde estaráel águila? Habrá desaparecido. Se acabará la vida y empezará la supervivencia. La esencia de la vida se habrá extinguido. Nosotros podríamos comprender algo si supiéramos qué es aquello que el hombre de piel blanca anhela. ¿Qué piensa explicar a sus hijos en las largas noches de invierno? ¿Qué visiones arden dentro de sus pensamientos? ¿Qué futuro desea? Pero nosotros somos salvajes. No podemos saber los sueños del hombre de piel blanca, y por esto tenemos que seguir nuestro propio camino.
Si llegáramos a un acuerdo sobre las tierras sería para asegurar su conservación. Cuando el hombre de piel roja se desvanezca de la tierra y su memoria sea sólo la sombra de una nube que atraviesa los prados, estas riberas y estos prados todavía estarán empapados del espíritu de mi gente, de amor a la tierra, del mismo modo que un niño acabado de nacer aprecia los latidos del corazón de su madre. Si os vendiéramos las tierras, habríais de amarlas como nosotros las amamos. Preocuparos tal y como nosotros nos preocupamos. Mantenerlas tal y como ahora están, con toda su pureza y con toda su fuerza. Conservarlas para los hijos y amarlas tal y como Dios ama todo, porque la tierra es preciosa para Él. Sí, vuestro Dios es el mismo que el nuestro. Y ni el hombre de piel blanca puede rehuir el destino común.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Es cuestión de actitud

La pequeña, bien perfumada y orgullosa anciana de 78 años, completamente vestida cada mañana a las 8 en punto, con su cabello arreglado a la moda y el maquillaje perfectamente aplicado, se muda hoy a un asilo. Lo que motivó la mudanza fue la muerte reciente de su esposo a los 80.
Después de muchas horas de esperar pacientemente en el recibidor del nuevo asilo, sonrió dulcemente, cuando se le dijo que su cuarto estaba listo.
Mientras se desplazaba con su andador hacia el elevador, le dieron una descripción detallada de su pequeño cuarto, incluyendo las cortinas que colgaban de su ventana.
"Me encanta", afirmó, con el entusiasmo de un niño de 8 años al que le acaban de entregar una nueva mascota.
"Sra. Jones, no ha visto el cuarto, espere".
"Eso no importa", respondió. La felicidad es algo que decides con el tiempo. Si me gusta o no mi cuarto, no depende de cómo estén arreglados los muebles, depende de cómo arregle mi mente."
"Ya he decidido que me gusta. Es una decisión que hago cada mañana, cuando me levanto. Puedo elegir: pasar el día en la cama, repasando las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que no funcionan, o salir de la cama y estar agradecida por las que sí funcionan".
"Cada día es un regalo, y mientras se abran mis ojos pensaré en el nuevo día y en los recuerdos felices que he almacenado sólo por ésta vez en mi vida".

martes, 13 de mayo de 2008

El billete de 100 euros

Oscar, con el rostro abatido de pesar se reúne con su amiga Emilia en un bar a tomar un café. Deprimido descarga en ella sus angustias: ..Que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación... todo parecía estar mal en su vida. Emilia introdujo la mano en la cartera, sacó un billete de 100 euros. Y le dijo:
- Oscar, ¿quieres este billete?
Oscar, un poco confundido al principio, inmediatamente le dijo:
- Pues claro, Emilia...son 100 euros., ¿quién no los querría?
Entonces Emilia cogió el billete en una de sus manos y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña pelota. Enseñando la macerada pelotita verde a Oscar, volvió a preguntarle:
- Y ahora, ¿todavía lo quieres?
- Emilia, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 100 euros., pues claro que los cogeré si me los das.
Entonces Emilia desplegó el arrugado billete, lo tiro al suelo y lo pisó con su pie, estaba después sucio y marcado.
- ¿Lo sigues queriendo?
- Mira Emilia, sigo sin entender que quieres, pero este es un billete de 100 euros y mientras no lo rompas conserva su valor...
- Entonces, Oscar, tienes que saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te golpee o te hunda sigues siendo tan valioso como siempre lo has sido. Lo que tienes que preguntarte es cuánto vales en realidad y no cómo puedas estar de destrozado en un momento determinado.
Oscar quedó mirando a Emilia sin acertar a decir ninguna palabra mientras el impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro. Emilia cogió el arrugado billete y con una sonrisa cómplice agregó:
- Toma, consérvalo para que te recuerdes de esto cuando te sientas mal...pero me debes un billete nuevo de 100 euros. ¡Para poderlo usar con el próximo amigo que lo necesite!
Dio un beso a la mejilla de Oscar- que todavía no había pronunciado palabra - y alzándose de su silla se alejó con su atractivo andar, hacia la puerta. Oscar volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó en la cartera y dotado de una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta..."

lunes, 12 de mayo de 2008

El tren de la vida

Gracias, Marina, por mandarme este Power point. Más que de un cuento, se trata de una reflexión que, ciertamente, vale la pena.

La vida no es más que un viaje por tren: repleto de embarques y desembarques, salpicado de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas las cuales creemos que siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres.
Lamentablemente la verdad es otra. Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, amistad y su compañía irreemplazable. No obstante, esto no impide a que se suban otras personas que nos serán muy especiales.
Llegan nuestros hermanos, nuestros amigos y nuestros maravillosos amores. De las personas que toman este tren, habrá los que lo hagan como un simple paseo, otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje, y habrá otros que circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite.
Muchos al bajar, dejan una añoranza permanente; otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon el asiento.
Es curioso constatar que algunos pasajeros, quienes nos son tan queridos se acomodan en vagones distintos al nuestro. Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos. Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos a ellos, pero lamentablemente, ya no podremos sentarnos a su lado pues habrá otra persona ocupando el asiento.
No importa, el viaje se hace de este modo; lleno de desafíos, sueños, fantasías, esperas y despedidas... pero jamás regresos.
Entonces, hagamos este viaje de la mejor manera posible. Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo que tengan de mejor.
Recordemos siempre que en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos ya que nosotros también muchas veces titubearemos, y habrá alguien que nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos donde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia.
Creo que sí. Separarme de algunos amigos de los que me hice en el viaje será dolorido. Dejar a que mis hijos sigan solitos, será muy triste. Pero me afierro a la esperanza de que, en algún momento, llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron.
Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré con que el equipaje creciera y se hiciera valiosa.
Hagamos con que nuestra estadía en este tren sea tranquila, que haya valido la pena. Hagamos tanto, para que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje añoranza y lindos recuerdos a los que en el viaje permanezcan.

El tren de la vida (Power point)

domingo, 11 de mayo de 2008

El discípulo impaciente

Después de una exhaustiva sesión matinal de oraciones en el monasterio, el novicio le preguntó al abad:
-¿Todas estas oraciones que usted nos enseña, hacen que Dios se acerque a nosotros?
-Te voy a responder con otra pregunta -dijo el abad. -¿Todas estas oraciones que rezas harán que el sol salga mañana?
-¡Claro que no! ¡El sol sale porque obedece a una ley universal!
-Entonces, ésta es la respuesta a tu pregunta. Dios está cerca de nosotros, independientemente de las oraciones que recemos.
El novicio se enojó:
-¿Usted quiere decir que nuestras oraciones son inútiles?
-Absolutamente. Si tu no te despiertas temprano jamás podrás ver la salida del sol. Si tú no rezas, aunque Dios esté siempre cerca, nunca conseguirás notar Su presencia.

sábado, 10 de mayo de 2008

La semilla

Muchísimas gracias, Mar (http://www.shoeschocolate.blogspot.com) por regalar este cuento para mi blog.
Se cuenta que allá para el año 250 a.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competición entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta.
Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío. Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe.
Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:
- ¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.
Y la hija respondió:
- No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz."
Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío:
- Daré a cada una de vosotras una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China.
La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean costumbres, amistades, relaciones, etc. El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fín, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas, sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.
Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven - la del vaso vacío - sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó:
- Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles.

viernes, 9 de mayo de 2008

La mujer sorda

Un tipo llama por telefono al médico de cabecera de la familia:
— Ricardo, soy yo: Julián.
— Ah, ¿qué dices, Julián?
— Mira, te llamo preocupado por María.
— Pero, ¿qué pasa?
— Se está quedando sorda.
— ¿Cómo que se está quedando sorda?
— Y si, amigo, necesito que la vengas a ver.
— Bueno, la sordera en general no es una cosa repentina ni aguda, así que el lunes que venga al consultorio y la reviso.
— Pero, ¿te parece esperar hasta el lunes?
— ¿Cómo te diste cuenta de que no oye?
— Ah... porque la llamo y no contesta.
— Mira, puede tener un tapón en la oreja. A ver, hagamos una cosa: vamos a detectar el nivel de la sordera de María: ¿dónde estás tú?
— En el dormitorio.
— Y ella ¿dónde está?
— En la cocina.
— Bueno, llámala desde ahí.
— MARIAAA... No, no oye.
— Bueno, acércate a la puerta del dormitorio y grítale por el pasillo.
— MARIIIAAA... No, amigo mío, no contesta.
— Espera, no te desesperes. Coge el teléfono inalámbrico y acércate por el pasillo llamándola para ver cuándo te oye.
— MARIAA, MARIIAAA, MARIIIAAAA... No hay caso, Estoy parado en la puerta de la cocina y la veo, está de espaldas lavando los platos, pero no me oye. MARIIIAAA... No hay caso.
— Acércate más.El tipo entra en la cocina, se acerca a María, le pone una mano en el hombro y le grita en la oreja: MARIIIAAAA!
La esposa furiosa se da vuelta y le dice:
— ¿Qué quieres? ¡¿QUE QUIERES, QUE QUIEREEEES?!, ya me llamaste como diez veces y diez veces te contesté ¿QUÉ QUIERES?... Tú cada día estás más sordo, no sé por qué no consultas al médico de una vez...
Jorge Bucay

jueves, 8 de mayo de 2008

Una pregunta de examen

Durante mi segundo año de universidad nuestro profesor nos puso un examen. Yo era un estudiante responsable y había contestado seguro y rápido todas las preguntas hasta que leí la última:

"¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?"

Seguramente que esto era algún tipo de chiste. Había visto a la mujer de la limpieza varias veces. Era alta, de pelo oscuro y en sus 50, pero ¿Por qué yo debería saber su nombre?

Le entregué el papel dejando en blanco la última pregunta. Justo antes de que se terminara la clase, un estudiante preguntó si la última pregunta contaría para la nota del examen.

"Absolutamente," dijo el profesor. "En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son significativas. Ellas se merecen su atención y cuidado aún si todo lo que ustedes hacen es sonreír y decir "hola."

Nunca he olvidado esa lección. También aprendí que su nombre era Dorothy.

miércoles, 7 de mayo de 2008

El momento de la aurora

Un rabino reunió a sus alumnos y preguntó:
-¿Cómo podemos saber el momento exacto en que termina la noche y comienza el día?
-Cuando, de lejos, somos capaces de distinguir una oveja de un cachorro -dijo un niño.
El rabino no quedó satisfecho con la respuesta.
-La verdad -dijo otro alumno -sabemos que ya es de día cuando podemos distinguir, a la distancia, un olivo de una higuera.
-No es una buena definición.
-¿Cuál es la respuesta, entonces? -preguntaron los pequeños.
Y el rabino dijo:
-Cuando un extraño se aproxima, y nosotros lo confundimos con nuestro hermano, ése es el momento cuando la noche acaba y comienza el día.

martes, 6 de mayo de 2008

El árbol de los problemas

El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Las cosas no le salieron muy bien, su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y su antiguo camión se negaba a arrancar.
Ofrecí llevarlo a su casa y mientras íbamos en camino permaneció en silencio. Una vez que llegamos me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación: su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Posteriormente, me acompañó hasta el auto. Cuando pasamos cerca del árbol sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que le había visto hacer un rato antes. Él me contesto: ese es mi Árbol de problemas. Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.
-Lo divertido es-, dijo sonriendo,... que cuando salgo en la mañana a recogerlos, ni remotamente hay tantos como recuerdo haber dejado la noche anterior.


El árbol de los problemas (Power point)

lunes, 5 de mayo de 2008

El principito y el zorro

ENTONCES apareció el zorro:
-¡Buenos días! -dijo el zorro.
-¡Buenos días! -respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vío nada.
-Estoy aquí, bajo el manzano -díjo la voz.
-¿Quién eres tú? -preguntó el principito-. ¡Qué bonito eres!
-Soy un zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy domesticado.
-¡Ah, perdón! -dijo el principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
-¿Qué significa "domesticar"?
-Tú no eres de aquí -dijo el zorro- ¿qué buscas?
-Busco a los hombres -le respondió el principito-. ¿Qué significa "domesticar"?
-Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
-No -díjo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear lazos... "
-¿Crear lazos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado...
-Es posible -concedió el zorro-, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.
-¡Oh, no es en la Tierra! -exclamó el principito.
El zorro pareció intrigado:
-¿En otro planeta?
-Sí.
-¿Hay cazadores en ese planeta?
-No.
-¡Qué interesante! ¿Y gallinas?
-No.
-Nada es perfecto -suspiró el zorro.
Y después volviendo a su idea:
-Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sól. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no fienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, Ios hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
-¿Qué debo hacer? -preguntó el príncipito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio ún poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al día siguiente.
-Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejempló, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la feliçidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunça sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
-¿Qué es un rito? -inquirió el principito.
-Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando eI día de la partida:
-¡Ah! -dijo el zorro-, lloraré.
-Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
-Ciertamente -dijo el zorro.
- Y vas a llorar!, -dijo él principito.
-¡Seguro!
-No ganas nada.
-Gano -dijo el zoro- he ganado a causa del color del trigo.
Y luego añadió:
-Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
-No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:
-Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.
Y volvió con el zorro.
-Adiós -le dijo.
-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos.
-Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el principito para acordarse.

-Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
-Es el tiempo que yo he perdido con ella... -repitió el principito para recordarlo.
-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
-Yo soy responsable de mi rosa... -repitió el principito a fin de recordarlo.

Antoine de Saint-Exupéry

domingo, 4 de mayo de 2008

El cielo y el infierno

Un hombre habló con el Señor acerca del cielo y el infierno.
El Señor le dijo a ese hombre: "Ven, te mostraré el infierno".
Entraron en una habitación en donde un grupo de personas se encontraba sentado alrededor de una enorme olla de guisado. Todos estaban desesperados y muertos de hambre.
Cada persona sostenía una cuchara que tocaba la olla, pero cada cuchara tenía un mango mucho más largo que su propio brazo, de tal manera que no podía utilizarse para llevar el guisado a sus bocas. El sufrimiento era terrible.
"Ven, ahora te mostraré el cielo", dijo el Señor, después de un tiempo.
Entraron en otra habitación, idéntica a la primera, la olla de guisado, el grupo de personas, las mismas cucharas con mango largo. Sin embargo, allí todos estaban felices y bien alimentados.
"No comprendo", dijo el hombre. "¿Porque están felices aquí, si en la otra habitación se sienten miserables y todo es igual?"
El Señor sonrió. "Ah, es sencillo", respondió. "Aquí aprendieron a alimentarse mutuamente".
Es decir, mientras que en el infierno cada uno quiere comer con su cuchara y no es capaz de compartir con los demás, en el cielo cada uno piensa primero en el hermano y con su propia cuchara lo alimenta al otro.

sábado, 3 de mayo de 2008

La caja de besos

Hace ya un tiempo, un hombre castigó a su pequeña niña de 3 años por desperdiciar un rollo de papel de regalo dorado.
El dinero era escaso en esos días por lo que explotó en furia cuando vio a la niña tratando de envolver una caja para ponerla debajo del árbol de Navidad.
Pero sin embargo la niña le llevó el regalo a su padre la siguiente mañana y dijo:
- "Esto es para ti, Papito".
El se sintió avergonzado de su reacción de furia, pero éste volvió a explotar cuando vio que la caja estaba vacía.Le volvió a gritar diciendo:
- "Qué no sabes que cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro?"
La pequeñita miró hacia arriba con lágrimas en los ojos y dijo:
- "Oh, Papito, no está vacía, yo soplé besos adentro de la caja, todos para ti."
El padre se sintió morir; puso sus brazos alrededor de su niña y le suplicó que lo perdonara.
Se ha dicho que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y siempre que se sentía derrumbado, él tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que su niña había puesto ahí.

La caja de besos (Power point)

viernes, 2 de mayo de 2008

No es mi problema

Un ratón, mirando por un agujero en la pared ve a un granjero y a su esposa abriendo un paquete. Pensó, qué tipo de comida podía haber allí. Quedó aterrorizado cuando descubrió que era una trampa para ratones. Fue corriendo al patio de la granja a advertir a todos:
- Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!
La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo:
- Discúlpeme Sr. Ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, más no me perjudica en nada, no me incomoda.
El ratón fue hasta el cordero y le dice:
- Hay una ratonera en la casa, una ratonera!
- Discúlpeme Sr. Ratón, mas no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones.
El ratón se dirigió entonces a la vaca, y la vaca le dijo:
- Pero acaso, estoy en peligro?....Pienso que no, dijo la vaca.
Entonces el ratón volvió a la casa, preocupado y abatido, para encarar a la ratonera del granjero. Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una serpiente venenosa. La serpiente veloz picó a la mujer. El granjero la llevó inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre alta.
Todo el mundo sabe que para reconfortar a alguien con fiebre, nada mejor que una nutritiva sopa.El granjero agarró su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina. Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. La mujer no mejoró y acabó muriendo. El granjero entonces vendio la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral.
La próxima vez que escuches que alguien tiene un problema y creas que como no te afecta, no es tuyo, y no le prestas atención.... piénsalo dos veces.

No es mi problema (Power point)

jueves, 1 de mayo de 2008

Una habitación con vistas

Dos hombres, los dos gravemente enfermos, ocupaban la misma habitación de hospital. Uno de los dos podía sentarse en su cama durante una hora cada mediodía para de evacuar los flúidos de sus pulmones. Su cama estaba al lado de la única ventana de la habitación. El otro hombre debía pasar sus días tumbado, sin poderse levantar en ningún momento.
Los dos hablaban durante horas. Hablaban de sus esposas, de su familia, de su casa, de su empleo, de su estancia en el servicio militar y de dónde habían pasado sus vacaciones.
Además, cada mediodía, cuando el hombre que estaba cerca de la ventana podía sentarse, pasaba este tiempo, describiendo a su compañero de habitación todo lo que podía ver fuera a través de la ventana. El hombre de la otra cama sentía que volvía a vivir gracias a estos períodos de una hora en los que su mundo era ampliado y animado por todas las actividades y colores del mundo exterior.
Desde la habitación, la vista daba a un parque con un hermoso lago. Los patos y los cisnes jugaban en el agua, mientras los niños hacían navegar sus barcos en miniatura. Los jóvenes enamorados paseaban enlazados entre las flores de todos los colores del arco iris. Grandes árboles decoraban el paisaje y una hermosa vista de la ciudad se podía percibir en el horizonte.
Mientras que el hombre que estaba cerca de la ventana describía todo esto con detalles exquisitos, el hombre del otro lado de la habitación cerraba sus ojos e imaginaba la escena pintoresca gracias a la descripción llena de palabras poéticas y precisas de su compañero.Una mañana, la enfermera de día llegó para traer el agua de los lavabos y descubrió el cuerpo sin vida del hombre que estaba cerca de la ventana - se había apagado apaciblemente durante su sueño.
Entristecida, pidió ayuda para llevarse el cuerpo. El otro hombre, en cuando sintió que era el momento preciso, pidió si él podía ser desplazado al lado de la ventana. La enfermera se alegró de poder complacerle y, después de asegurarse de que estaba confortablemente instalado, le dejó solo. Lentamente, se alzó como pudo sobre un codo para echar un primer vistazo. Al fin tendría la alegría de ver por sí mismo todo lo que su compañero había sabido describirle tan bien...
Sin embargo, ¡todo lo que sus ojos vieron fue un simple muro! - ¿Por qué su compañero muerto le había descrito tantas maravillas si en realidad no había nada?, le preguntó a la enfermera- Puede que simplemente queria darle ánimos, ya que él era ciego.